El 2 de Octubre de 1968 se recuerda con melancolía. Cada año se conmemora aquella huelga estudiantil que terminó en ríos de sangre y familias deshechas; todo por exigir el cumplimento de sus derechos y justicia por aquellos que ya no podían.
“El 02 de Octubre jamás se olvida”, dicen; aunque algunos pareciera que ya lo hicieron. A razón de ello, vamos a recordar qué sucedió y por qué:
Las protestas y movimientos debido al descontento colectivo de médicos, ferrocarrileros, electricistas, campesinos y, sobre todo, estudiantes eran eventos comunes desde los años 50.
El descontento y la rabia duraron varios años. Hasta que, durante el mandato de Gustavo Díaz Ordaz (1964- 1970), la exigencia se hizo más ardua y agresiva debido al duro régimen autoritario y represivo que se les había impuesto y del que todos fueron víctimas. Ninguna persona conocía lo que eran los derechos del trabajador ni los humanos. Ambos parecían un mito, una realidad inexistente.
Nadie debía quejarse, no podías si querías seguir con vida. Esto se podía ver con los militares invadiendo las calles, las universidades y los sitios comunes, reprimiendo marchas y protestas con violencia extrema, parecía una zona de guerra.
A lo largo de los años los movimientos sociales se hicieron cada vez más y más grandes gracias al apoyo de, no solo estudiantes y trabajadores, sino amas de casa, sindicatos sociales, grupos vecinales; hombres, mujeres y jóvenes se unieron para exigir que se cumplieran las leyes, respetaran sus derechos humanos y se hiciera cumplir la constitución. Esto creció a tal grado que se conocieron a nivel internacional.
Ese año de 1968 también se recuerda porque México, el día 12 de octubre, iba a ser sede de los Juegos Olímpicos. Por lo que, semanas antes, las cámaras, periodistas y medios internacionales comenzaban a llegar para hacer reportajes sobre México; y como se podría imaginar, el expresidente Gustavo Díaz Ordaz quería mostrar un lado brillante de México, impresionar a nuestros amigos extranjeros con la belleza de nuestro país; pero no contaba con que, dos semanas antes, aquel 2 de octubre, iba a suscitarse una gran marcha.
México quería que todos se enteraran de lo que estaba sucediendo, de la realidad de la que estaban siendo víctimas. ¿El punto de reunión? La Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco.
Al mandatario no le agradó quedar en ridículo a nivel internacional, quería callar las protestas para siempre; por lo que, desplegó un gran número de soldados y artillería digna de las películas de guerra contra los ciudadanos.
Miles de hombres, mujeres, niños y estudiantes murieron ese día a manos de las personas que creían los protegerían.
Todavía se pueden oír historias de cómo los estudiantes se refugiaban en las escuelas y casas de personas simpatizantes al movimiento.
Personas llorando, gritando clemencia mientras eran golpeados y baleados sin piedad alguna.
El expresidente no solo no había logrado callar el movimiento, sino que lo inmortalizó en la historia de México como una de las peores masacres contra la humanidad. Hasta la fecha México no lo olvida, y jamás lo hará.