Es diciembre de 1914. Francisco Villa y Emiliano Zapata se toman una foto en Palacio Nacional, detrás de ellos se asoman tímidamente los rostros de algunos niños de los que los libros de historia nunca hablaron.
Pero no serían los únicos infantes que aparecieran en las imágenes tomadas por Agustín Víctor Casasola y otros fotógrafos anónimos durante el conflicto armado más feroz del siglo XX en México, decenas aparecen en fotos que les tomaron a Venustiano Carranza, Gustavo A. Madero, al Centauro del Norte o el mismo Zapata, los niños fueron partícipes directos de esta guerra, solo que la historia no les ha puesto suficiente atención.
La razón es que cuando la Revolución Mexicana estalló en 1910 el número de niños y niñas en México era de aproximadamente 6 millones, lo que representaba más o menos el 40% de la población mexicana de aquel entonces.
Los infantes estaban por todos lados, en el campo, cumplían un rol de trabajo, sobre todo ayudando a sus padres explotados por los dueños de las tierras, mientras que en las ciudades vivían vidas más desahogadas.
Son pocas las referencias bibliográficas sobre la infancia en la Revolución Mexicana, a caso uno de las más conocidas, es el libro autobiográfico del tabasqueño, Andrés Iduarte Foucher, quien describió cómo cuando era niño sus padres, hermanos y él tuvieron que salir de su casa durante la noche para poder salvar su vida.
Cuenta que se fueron de casa sin poder llevar un solo juguete consigo, pasaron por calles oscuras con focos volados a balazos, sintiendo el terror que proyectaban sus padres, escuchando bombazos y presenciando fusilamientos en la calle.
En el México rural fue normal, para miles de campesinos que se unieron a los campamentos nómadas de la Revolución, llevar a la familia consigo y replicar la organización familiar que tenían en donde los niños jugaban un papel determinado.
Fue así como los varones fueron dotados de fusiles y cartucheras que les venían demasiado grandes y pesadas, mientras que las niñas ayudaban a sus madres a hacer alimentos para los combatientes.
El destino de la mayoría de los niños que participaban directamente en combate era morir en la línea de fuego, pero sobre todo fallecían por infecciones producto de habitar en vagones insalubres.
Sobre la pérdida de vidas de infantes durante la Revolución Mexicana no hay cifras, ni tampoco de aquellos que terminaron desamparados en las calles o bajo la tutela de hospicios luego de haber perdido a ambos padres.
Fuente: México Desconocido